La región maya poseía grandes convicciones acerca de su religión, los habitantes indígenas seguían los principios establecidos por sus antepasados, amando a su cultura, venerando a sus dioses y protegiendo su legado. Sin embargo esta fue una de las culturas más invadidas durante la colonización en América, tanto que fue destruido todo respaldo escrito que tuvieron los Mayas de su civilización.
No obstante el Popol Vuh estuvo oculto y ahí se mantuvo el legado de sus deidades, entre estas Ixmukané, la diosa dueña del maíz, madre de Hun-Hunahpú y abuela de los dioses gemelos.
Ixmukané
Cuenta el libro de la vida Maya que durante la creación del mundo los dioses estuvieron en búsqueda del agradecimiento por la vida creada, más no encontraron buenos resultados, pues los seres vivientes no les correspondían como esperaban. Se dice que posterior al segundo intento de la creación del ser humano los dioses mayas enviaron un gran diluvio sobre los hombres para destruir su rastro de la tierra.
Los animales se dirigieron a Ixmukané una de las diosas ancianas, le ofrecieron a ésta un fruto proveniente de su tierra como tributo, Ixmukané tomó el obsequio de los animales con bondad, y moldeó un hombre con él, este se trataba de una mazorca de maíz amarillo.
Los dioses al ver la nueva creación esperando que funcionara le dieron vida, así se dió el comienzo de la nueva especie, las deidades notaron que el nuevo hombre tenía un alma buena, pues provenía de una ofrenda y era capaz de amar, más no tenía el conocimiento necesario para hablar o reproducirse, así que las deidades femeninas tuvieron que orientar al nuevo hombre.
Se les enseñó a amar sus raíces, por ello el maíz es uno de los símbolos más significativos para la región maya, esto se debe a que con el fruto preparaban bebidas y alimentos, con sus hojas hacían tejidos para cubrirse del frío. Y así los dioses lograron su objetivo, el nuevo hombre estaría agradecido hasta el fin de los tiempos.